Viajando
a través del desierto, Xena y Gabrielle atraviesan una feroz tormenta de arena.
Viendo una batalla en la distancia, las dos se lanzan a ayudar a los tres nómadas,
comandados por la mujer guerrera Kahina, en contra de atacantes de otra tribu.
Al deshacerse de los asaltantes, Kahina sospecha y reprende a Xena por haber
interferido en la pelea. Al oír que Gabrielle dice el nombre de Xena, Kahina y
sus guerreros sacan sus armas, convencidos que las mujeres frente a ella son
impostoras. Pero Xena rápidamente prueba su identidad desarmando a los nómadas
con su chakram y ganándose su devoción instantáneamente. Esa noche, en un
festín en su honor, Kahina le dice a Xena y Gabrielle que ellas comandarán a
su gente en una batalla contra sus enemigos, los Romanos. Solas en su tienda,
Gabrielle le pregunta a Xena como decidir si matar o sólo herir a un enemigo en
la batalla. Xena le explica que no hay tiempo para decidir y que sólo puedes
depender de tu instinto. Al amanecer, Xena, Gabrielle y Kahina viajan al campo
de su rival, el nómada Tazere, para hacer las paces y así las dos tribus
puedan enfrentarse a los Romanos. Mientras el trío se aproxima a Tazere, su
hijo Korah confirma que Xena y Gabrielle fueron las valientes guerreras que vio
en batalla el día anterior. Xena, Kahina y Tazere planean su estrategia
mientras Korah solo está pendiente de Gabrielle.
Xena
y Gabrielle deciden que necesitan revisar el pueblo Romano por ellas mismas.
Xena, disfrazada como una esposa Romana, y Gabrielle como su esclava, se
aproximan al Gobernador, Dalius. Xena dice que su esposo es de una familia muy
prominente y está interesado en saber si el pueblo pudiera ser un buen lugar
para invertir su dinero. Dalius le asegura que el pueblo tiene excelentes
prospectos y que la región entera pronto estará bajo el control romano.
Ansioso por impresionarla, le dice que tres legiones completas han sido enviadas
al área para controlar a las tribus locales. Después de dejar el pueblo, Xena
y Gabrielle son embestidas por otra cegadora tormenta de arena, durante la cual
Gabrielle de repente ve una figura que se acerca por detrás de Xena con el
brazo levantado. Instintivamente, Gabrielle saca su sai y lo atraviesa antes de
que pueda dañar a Xena. Mientras cae en el piso, Gabrielle se horroriza al
darse cuenta de que accidentalmente había asesinado a Korah, quien sólo sostenía
un pergamino en su mano.
Xena
se da cuenta de que el pergamino que Korah estaba llevando era un tratado de paz
entre Kahina y Tazere. Xena envía a una apesadumbrada Gabrielle de vuelta al
campamento de Kahina, mientras lleva el cuerpo de Korah con su padre. Cuando
Tazere ve a su hijo muerto, clama que alguien morirá por haberlo asesinado. Por
un tiempo, Xena le hace creer que los romanos son responsables. De vuelta en el
campamento de Kahina, Xena llega con la noticia de que los romanos están a
punto de atacar. En ese momento, un grupo de hombres de Kahina y Tazere
arrastran a un soldado romano, convencidos de que es el asesino de Korah. Pero
antes de que puedan ejecutarlo, Gabrielle confiesa su culpabilidad. Cuando
Gabrielle trata de explicarle a Tazere que sus acciones fueron un terrible
error, él está inamovible y la llama asesina. Sola y apesadumbrada, tiene
recuerdos de su vida en los últimos años. Decide que su muerte será lo mejor
para todos. Al siguiente día Xena, determinada a salvar a su amiga, se dirige a
hablar con Dalius. Mientras tanto los hombres de Tazere entierran a Gabrielle en
un pozo de arena, sólo dejando su cabeza expuesta. Los nómadas cargan contra
Gabrielle en sus caballos, balanceando sus mazos contra su cabeza, justo
mientras los romanos se aproximan con Xena. El caos surge y Xena rescata a
Gabrielle. Xena y Gabrielle se encuentran con los nómadas y Gabrielle declara
que peleará contra los romanos en honor a Korah. Xena moviliza a las fuerzas nómadas
y la batalla comienza. Gabrielle, viendo a Tazere en peligro, salta para salvar
su vida. Una tormenta de arena arrecia y al final los nómadas salen
victoriosos. Esa noche, Gabrielle y Tazere hacen las paces.